martes, 18 de agosto de 2009

19. Daisy Glaze.

La otra noche me quedé muy tarde hablando con The Unabridged y con Quant. Tirados sobre una alfombra que me traje al piso de un bazar porque se veía lo suficientemente mullida como para, en aquellas noches, caer en ella sin necesidad de ir a la cama y no despertar con los huesos rotos. Estábamos allí, escuchando no recuerdo qué (rumbas gitanas, corridos vulgares, rock duro, qué más da), hablando sobre caricaturas de serie-b de los 80 (¿gatos en rollers? ¿dinosaurios astronáuticos? ¿horrendos grupos glam?) y sobre películas-que-realmente-importan (Withnail and I y nada que conozcas.) Y entonces, así de la nada, Quant dijo que se iba a Londres.

Londres, of all places.

Londres, la capital del mundo. La pocilga más asquerosa y el templo más sublime.

¿Que si he ido? Nunca. Nunca, pero he escuchado más discos que tú. Ahora entiendes. "Londres."

-¿Y por cuánto tiempo? ¿De dónde salió la idea? ¿Qué vas a hacer?

No, pues ya sabes, a ver qué sale por allá, ver mundo, nuevos aires, dormir en donde sea, encontrar algo ilegal con qué ganarse la vida. Un plan tan bueno como apestoso y condenado al fracaso. La idea salió. No necesito explicarte. Necesitaba irme un rato y qué mejor que irte a un lugar imposible. Irse lo que es irse. She's leaving home. Throwing my baby out with the bathwater. Conocer. Y si nada resulta, pues regreso. No pierdo nada.

-Bueno sí, un montón de dinero en el vuelo.

Mejor que perderlo de juerga por acá, tú sabes, no es porque sea malo pero igual iba a gastar ese dinero en una tontería y qué mejor que gastarlo en una Gran Tontería.

The Big Stoopid, stupid. Tú sabes. Así habla Quant, así que no podía estar soñando ni nada. Y para terminar de comprobar lo real del asunto, se quitó sus gafas gigantescas y me las arrojó en la cara.

-¿Y qué sigue? ¿Cuándo?

De inmediato, pronto, This Is How It Feels, ya. De hecho están hablando conmigo por última vez en un tiempo, qué bueno que están acá, ya les traigo algo de recuerdo, aunque sea un pedazo de concreto de la calle o una basura que recoja de por allí aunque en ese lado del mundo no hay basura en la calle y si la hay debe ser basura hermosa, como esa portada de los Mondays...

-Pero son envolturas de dulces americanos. Hasta dice "Made in the Good Ole U.S.A." o algo así...

Me entiendes. Dame mis gafas. Ya será. Bonita alfombra, no te atrevas a vomitarle encima. Quita ese disco, es un fastidio, cómo te gusta eso (cómo no te gusta a ti), un abrazo y, venga, que llamaré para que venga un taxi...

-No tengo línea. Cortada.

Pues salgo a conseguir uno. The Unabridged me acompaña. Y hasta casa. Hace frío. Nos vamos. No le hagas nada a la alfombra, que la quiero así cuando esté de regreso. Que sea un trato. Te traigo una basura de la calle, entonces. Cuídate.

Serge Gainsbourg, pienso. Je suis venu te dire que je m'en vais.

Afuera sí que hace frío. Quant se aleja calle abajo del brazo de The Unabridged. A él nunca le impresiona nada. No hizo ni un gesto. Él contó alguna vez que estuvo en Londres, aunque nunca hemos sabido si fue una de sus tall-tales o un recuerdo real. Como sea, Quant se va.

No le creo. No le creo. No le creo. Es una cobarde. No se irá. ¿Y qué voy a hacer yo? Todos siempre se van.

No le creo. Voy adentro. Hace demasiado frío. Y sí, lo que suena en el tocadiscos es un fastidio.

lunes, 3 de agosto de 2009

18. In The Still of the Night.

Lleno de polvo, las manos negras, tirado en la alfombra. Los audífonos bien puestos, estéreo para el dolor de domingo, los pies cansados y los ojos con resaca escondidos detrás de unas gafas negras, cerrados.

¿Por qué hay días tan insoportables?

Estiro la mano para alcanzar la bufanda que está tirada a mi lado, recién comprada, vieja y llena de olores, azulgrana. Los domingos son de rituales y el de la búsqueda de artefactos no se interrumpe mas que a veces, cuando el sábado ha succionado toda la vida que quedaba, o todo el dinero. Llenarse de polvo y suciedad entre bazares, tiraderos, garajes, sótanos, templos llenos de cosas viejas, de discos, de basura y tesoros es tan necesario como la medicina de un enfermo. Porque al final nosotros, acumuladores de símbolos, coleccionistas de basura, somos unos enfermos.

La cosa es que, ¿ves?, nuestra medicina no cura. Alimenta la enfermedad.

Somos unos jodidos adictos. Una vez alguien me dijo que era como las señoras de sociedad que compran porque necesitan la emoción de comprar, el cuerpo y el cerebro piden ciertas sustancias que... Como sea, tal vez es cierto. Pero no puedes comparar el hallar una buena canción enterrada en un ático con nada.

You've got it. Como el hombre obsesionado con una melodía en Pierrot el Loco. Así. Est-ce que vous m'aimez?

Pero hoy todo duele demasiado como para que el ritual haya servido de algo. La caminata sólo sirvió para abrir las heridas de los pies; la piel no tiene su color y los ojos se me saldrán como pechos de una supervixen de Russ Meyer. Y no es todo. Adentro tambíén duele. A bruised soul.

Tengo, eso sí, una bufanda nueva. Vieja, pero nueva. Azulgrana, como debe ser. Recuperé un disco que regalé hace mucho a un amigo al que ya no veo porque se fue del país (como todos, huir está de moda) y compré un 7" sólo porque me gustó su picture sleeve: una chica, un globo, una carretera. A que puedes armar una historia con esos tres elementos. Sí, vale, falta the gun, Godard, pero esas se pueden esconder fácilmente debajo del vestido. Supongamos que lleva una.

Me pongo la bufanda sobre la cara. La luz de tarde de domingo es deprimente. Es una luz como de aquella tarde en que tu equipo perdió la final. Siempre es así, la maldita tarde del domingo, como un rayón en tu disco favorito. Y todo duele. Duele mucho. Estoy agotado. Seco. Lleno de polvo y suciedad, con las manos negras. Los dedos tiznados casi siempre son señal de triunfo, de una batalla ganada, de un tesoro descubierto, pero hoy no.

Hoy sólo suena un disco. En los audífonos, estéreo para el hastío y la tristeza del domingo. El mundo va a terminarse en un domingo y no será un gran bum sino un tremendo lloriqueo, una agonía con luz perdedora y sin música ni azúcar. Y el sábado previo será como anoche: una gran fiesta, en la que todo se construye para caerse.

Todos se divierten. Menos tú. La broma está en ti. De la euforia al fondo del vaso y del suelo en unos segundos. Scratch. Resbaló el disco, la canción se rompió, caíste en un pozo ciego de remordimientos. The needle and the damage done, por partida doble, in every possible fuckin' way. Todo pasa en la quietud de la noche, mientras todo duerme, porque te atreviste a desafiarla.

Cuando sales a la noche sabes que tendrás que pagarla por el día. Nada es regalado. El problema es esta maldita pesadumbre. Sabía que perdería. Pero no sabía de qué manera.

Y tengo que levantarme. Se acabó la música. Hay que voltear la cara B y volver a la alfombra. Estéreo para el dolor de domingo. Y en lunes, tal vez, depende de cómo vaya la cosa, back to mono.