domingo, 15 de noviembre de 2009

22. Video Killed.

Estar metido en casa en sábado por la noche no era una costumbre, hasta ahora. The Unabridged lleva siempre ahora un mal humor de no soportar, serio como puerco y totalmente autista, hacia adentro. Hablar con él desde la partida de Quant es como hablar con los zapatos más feos del mundo: sabes que tienen montones de historias, pero no quieres ni verlos. Sólo que acá él tampoco quiere ni verme. Ni a nadie.

Los demás están también bastante autistas. Nomiya recién se consiguió un novio nuevo, así que ni caso hace. Hay que ver qué sucede. Nomiya es bastante melancólica y le fascina, por lo que cambia de novios como de canción favorita - de hecho nunca deja correr una canción completa: la deja por un minuto o un poco más y luego la cambia. Por eso prefiere los cedés. Y las relaciones tortuosas, para justificar las canciones tristes a todas horas. Allá ella.

El novio nuevo de Nomiya, por cierto, lo conoció en la tienda de discos y se medio enamoró de él por la pinta de gafapasta que tanto le gusta. Y luego cuando le vio sacar del rack un disco de los Aislers Set cayó. Me contó que se acercó un poco más (Nomiya es de las chicas que ligan) le vio una chapita de (¡ugh!) Morrissey. Y la perdimos. Nomiya es lectora de la NME. Se entiende.

Divago. Nomiya no está disponible, tampoco. Pero es temporal. El Zinedine se consiguió un trabajo de noche y lo sorprendente es que trabaje. Su día libre es el lunes, por lo que es garantía que le veremos menos. Supongo que también será temporal.

Y no hay Quant.

Pero tampoco soy un quejica. Lo soy, en realidad. Pero no tengo derecho. Así que salgo, compro un six (oscura, en botella por supuesto) y porquerías para comer, desempolvo unos vídeos y enciendo la VCR. Si mis cálculos son correctos, no uso esta VCR desde hace unos dos años.

Play.

Primero, unos vídeos. El sello de agua MTV en el noreste de la pantalla. Una bandilla que cambia de color dice '120 minutos.' Esto, recuerdo, lo grababa a veces a medianoche. Grupos de guitarras. Canciones de falsa nostalgia: algunas funcionan (y muy bien) pero las más, no tanto. Tras seis (¿siete?) clips y dos birras (¿dos?) la imagen termina. Hay ruido de estática y abruptamente comienza una escena de una porno. Vaya cosa. Así ocupaba mis noches de sábado hace unos años. No bien termina su faena el sujeto biendotado sobre los pectorales de una espectacular damisela cuando, de nuevo, se corta la imagen y hay estática.

Ahora aparece un sujeto con una pinta de pusilánime que se cae. Es un presentador de televisión. Las gafas, la boca chueca y el peinadete de bailarín de boy band noventas lo hacen insoportable. La camisa y la gigante corbata rosada empeoran la cosa. ¿Por qué está allí? Habla y habla, pero no entiendo. Preferiría seguir con la porno. ¿Por qué grabé esto?

El presentador entonces grita algo que da sentido a todo. Presenta a Los Sugus. Son Los Sugus en la tele. La única vez que estuvieron en la tele. El canal local, el 10, con su programación de espanto, tuvo aquella vez a los Sugus, tocando en vivo. Fue memorable. Fue desquiciado. Fue la única vez que aparecieron. Solicitaban grupos para un programa de revista musical de domingo. Me contaron que les dejaron tocar porque cuando hicieron audición tocaron una versión de I Started A Joke. No podía ser otra.

Sólo a un descerebrado se le habría ocurrido dejarles tocar en vivo. Por suerte, había más de uno en el 10. Tocaron en vivo, tocaron En el bulevar, un hit enorme y terminaron haciendo un ruido de lo más sórdido. Los que les acompañaban invadieron escenario y echaron abajo la escenografía. La clon de Françoise Hardy colocó en el bombo de la batería un poco de pirotecnia ilegal (adquirida en la central de abastos en la carretera, por supuesto) y la encendió. Se quemó una pierna, claro, pero todo salió al aire. Los productores estaban demasiado sorprendidos como para poder siquiera mandar a corte.

Y se corta la imagen. Estática. Y luego, nada. Smash!

Mi corazón late tan veloz como McQueen en Le Mans. Me levanto para sacar el caset de la VCR y derramo cerveza sobre la alfombra. Me quedo fijo, inmóvil, alguien presionó el botón de pausa y le divierte ver el gesto imbécil que se me ha quedado. Me siento raro.

Lo admito, eso que acabo de ver no es mucho. No es el gesto más rock and roll, ni siquiera el más original. Los grupos lo hacían desde los 60. ¿No es cierto, Keef, Looney? Tampoco era el mejor grupo del mundo.

Pero a los quince ver a tu grupo del barrio desafiarse y desafiar a todos de ese modo es emocionante. Lo más. Fue nuestro 63. Nuestro 77. Nuestro 89. Nuestro 94. Y duró nada, pero existió. Lo mejor de todo es que, a pesar de los años, sigue tocando nervios muy sensibles y sigue invitando a la acción.

Al final, quedarse en casa fue lo mejor. Rewind. Eso sí, me saltaré los clips.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

21. I'm Not Destined to Be a Loser

Los destinados a perder no pueden darle la vuelta a la cosa. No le busques tres pies al gato, que se los encontrarás. Quisiera hoy bailar aquel himno de los Ellingtons (ah, el Casino) pero no me sale hacerlo. Estoy entumido por la rabia y la fiebre.