domingo, 26 de abril de 2009

6. Mis-Shapes.

Hoy fue un día de estar recordando. Y cómo no, si me visitó Quant. Ella y latas y latas de Coca-Cola y una botella de Jack Daniels que tenía guardada para una ocasión especial. Y, carajo, siempre encuentro ocasiones especiales para mojar la garganta.

Quant es mi amiga. Siempre lo ha sido. Digo siempre porque, al menos, cuando la cosa lo amerita para bien o para mal ahí está ella. Hace unos ocho años que nos conocemos.

Fue en el colegio, claro, ¿dónde más? Ella llevaba el cabello muy corto y de colores y abrigos extraños y Doc Martens y unos lentes gigantescos que, a pesar de todo, eran lo que más llamaba la atención. Parecían salidos de una mala película de ciencia ficción de serie B, directo de un episodio del Mystery Science Theater 3K. No recuerdo qué llevaba yo, seguramente un cuello de tortuga viejo y vaqueros y... no importa. De lo que sí estoy seguro es que llevaba el cabello un poco más largo que ahora. El punto es que me acerqué porque alguien con esa pinta era o una tremenda farsante o alguien que sabría una cosa o dos sobre las cosas que importan.

Comenzamos a hablar de música, claro, y no sólo porque es esencial, sino porque llevaba unos audífonos y eso dio pie a la conversación. Iba a ser fácil. Y yo decía Undertones y ella Voodoo Glow Skulls, luego yo decía The Neon Boys y ella Ramones... estaba claro que íbamos a llevarnos bien.

-Soy 1966. Mira, lo dice mi credencial.
-Yo Quant. Lo digo yo.

Sólo nos veíamos en el colegio, en los pasillos y en las horas muertas. Una vez hasta compusimos una canción sobre pleuras frágiles, ella la letra y yo la música porque ese día cargaba mi guitarra. Las conversaciones sobre The Mekons (yo) y Fugazi (ella) o The Cramps (yo) y Messer Chups (ella), claro, luego tuvieron sus ecos en terceros que, ocasionalmente, tenían buena conversación, pero se iban abrumados por entender la mitad de lo que decíamos. Pero entonces llegó el Unabridged, un tipo bien peinado y con una casaca militar impecable, bramando cosas sobre The Stooges y Los Nikis y fue imposible dejarle de lado.

Tres stooges, definitivamente. Hablando en los pasillos de Pulp (yo), Kenickie (ella) y Suede (él.)

La cosa no se quedó así. Luego se unió Nomiya. Ella vestía siempre con pantalones baggies y llevaba un gran fleco cubriendo parte de su cara. Su aspecto oriental engañaba un poco pero siempre llevaba en su bolso ejemplares de la NME que recibía por correo. Eso y que pusiera a Goldfrapp por sobre todas las cosas no me dio buena espina, pero conociéndola era una chica genial; teníamos a los Libertines en común y a Otis Redding (¡vaya noticia que a alguien apreciara a Otis!) y el bubblegum sesentero y Belle and Sebastian y...

Y luego llegó Zinedine -apodado así por el jugador, claro- con su cabeza rapada y camisas a rayas y sus Adidas Samba que nunca se quitaba y nos mareaba hablando de The Fall y de programas cutres de televisión y de comida rápida y de James Brown así que también coincidimos y cómo no.

Vaya grupo de mis-shapes, mistakes, misfits...

En esto estábamos Quant y yo cuando nos dimos cuenta de que se nos habían acabado las Coca-Colas y el Jack y que el disco que estábamos escuchando ya se había acabado desde hacía ya un rato. Y ese tiempo del que hablábamos ya también se nos había acabado. Aún hay cosas por venir, porque todos seguimos viéndonos aunque no igual que antes, pero definitivamente ese tiempo ya no está.

Lo que sí, Quant, es que hay que dar vuelta al disco. Que, no te preocupes, sólo se ha acabado la Cara A. Aún queda todo un lado por escuchar.

lunes, 20 de abril de 2009

5. We're A Winner.

Hoy por la tarde (qué calor, qué tarde) pasé por el bazar de la Avenida que me gusta. Lo único es que con este clima subir esa calle que va en pendiente para poder llegar a la Avenida es tremendo. Ya en el lugar, y sólo porque sí, hice que el dependiente conectara un Electone que tenía a la venta para saber cómo sonaba. Y sonaba muy bien. Lástima que no estoy como para comprar un Electone, que si fuese... ¡Y no! ¡No toqué A Whiter Shade of Pale!

¿Qué toqué? Lo que sea. 96 Tears, cagón. La intro.

Pero no era el punto. En una esquina del lugar -siempre hay cosas interesantes en las esquinas de los lugares, ¿que no?- había muchos discos, amontonados, pero amarrados en paquetes de 30, misteriosos stacks de plástico negro esperando ser liberados. Ni tardo ni perezoso.

Que si fuese...

Y fue. En uno de esos paquetes, apretujado entre un disco de Pink Floyd que nadie debería de tener y uno de Queen que tampoco, estaba ese disco. No, no era una rareza. No, no encontré el jodido Santo Grial. No, no es el disco que podría vender y comprarme el Electone con lo ganado. Pero era mi disco favorito de cuando tenía 15.

¿Y no debería de tener ya mi disco favorito de cuando tenía 15? Sí, cagón, sí. Y lo tengo. Pero -mea culpa, shame on me, lo que sea, pues- en "cedé." ¿Qué? Sí, venga, qué más da. A los 15 compré el cedé y lo escuché hasta dejarlo inservible y para traerlo por ahí y luego un día lo encontré en una feria pero era la funda y uno de los dos discos (que es doble, adivina) no estaba allí, tenía otro disco adentro de la funda y a quién carajos se le ocurre poner un disco en una funda que no es suya y más aún venderlo así y luego lo he buscado pero siempre que lo encuentro estoy roto y sin un cinco y...

No hay pretexto, cagón. Que no lo tenía. Pero, ¿sabes? We're a winner. Porque lo encontré hoy. ¿Y sabes? Cuando pagué el paquete de 30 discos, muy amarrados, muy apretados, pagué lo mínimo. Haciendo cuentas, no quieres saber cuánto me costó mi disco favorito de los 15, que bien podría ser mi disco favorito de todos o tal vez no, pero definitivamente fue el que lo inició todo. Todo.

Justo ahora está sonando. Como cuando tenía 15. Qué más da. Que si fuese... Esas cosas le hacen a uno el día. ¿Qué hice con el de Pink Floyd y el de Queen? Pues por ahí están, también. Y los otros 27 discos. Qué importa. Tengo mi disco. ¿Los quieres? Te los doy.

We're a winner...

lunes, 13 de abril de 2009

4. Steiner y Marcello.

Hay una escena en La dolce vita que me fascina y me deprime a la vez. Marcello llega a la casa de Steiner. Hay una reunión, una fiesta. Hay gente tirada en los suelos, una cantante, un hombre que exhalta las virtudes de la mujer oriental contra la frialdad de la occidental, caras con gestos irreales y una grabadora de sonidos, de carrete. Las mujeres, los hombres... los niños en piyama. Esos niños. Se ven tan felices y cuando miras la película por primera vez ni te esperas lo que les va a suceder...

Marcello sabe que quiere una casa así y una vida así. Marcello está más confuso que nunca. Pero no lo sabe. Marcello habla con Steiner, a quien ha visto otras tres o cuatro veces, nada más. Steiner le ve y le basta para saber muchas cosas. Steiner le dice:
"No seas como yo. La salvación no se encuentra entre cuatro paredes. Soy muy
serio para ser un diletante y muy amateur para ser un profesional. Incluso la
vida más miserable es mejor que una existencia protegida en una sociedad
organizada donde todo es calculado y perfecto."
Y la fiesta sigue. Con esas ropas, esas mujeres, esos lugares. Sigue la dulce vida de las calles de plata, de las cámaras, de las sórdidas mansiones y las cacerías de fantasmas, los titiriteros desquiciados del mundo. Esas situaciones en las que uno nunca estará. Y el deseo... El deseo de lo que no se tiene y nunca se tendrá. Pero posiblemente Steiner tenga razón. ¿La seguía teniendo cuando cometió la atrocidad que da un vuelco horrible a la película (¿el título más irónico de todo el cine?) y a la vida de Marcello? El tedio del que tiene sin buscar. The spleen.

El hambre del que busca sin tener. The blues.

martes, 7 de abril de 2009

3. Las ciudades.

La ciudad en la que vivo es muy extraña. Es de fábricas, así que es sucia. Es de obreros, así que puede ser bastante agresiva. Es de día, por lo que la noche suele ser incomprendida. Y es de provincia, por lo que está anclada en costumbres extrañas que a veces son reconfortantes y a veces desquiciantes. Así pasa.

Vivo en la ciudad porque nací en la ciudad. Tampoco es que haya luchado desesperadamente por irme ni nada. Estoy bien en la ciudad. No soy feliz, pero tampoco lo contrario. No soporto bien la playa, el campo me pone nervioso y las otras ciudades son buenas, pero no dejan de ser ciudades, así que me he quedado acá. Si surgiera la oportunidad de irme, tal vez me iría. Pero tal vez no. Así la cosa.

En la ciudad hay ruido. Hay tiendas y autos por todos lados y el transporte público es terrible. Hay calles con potencial: son feas, pero podrían no serlo. En mi ciudad no hay mucho que presumir hacia afuera. Siempre perdería las comparaciones con otras, aunque tengo la teoría de que es porque los habitantes de las otras ciudades las defenderían a muerte porque se sienten igual que yo en sus lugares. No sé, tal vez.

La gente de la ciudad siempre parece ensimismada, pero no lo está. Sólo que involucrarse es peligroso.

Eso sí, en esta ciudad la ignorancia es grande y aferrada. Y a nadie le importa. Para qué. Vivir es fácil con los ojos cerrados. Nothing is real, tararará y todo eso. Encontrar buenos discos es difícil, por ejemplo; buenos libros, buenas cosas, tú sabes, hay qué luchar mucho para encontrarlas, para poseerlas, para consumirlas en esta ciudad. Eso sí que puede con mis nervios, a veces. Frustra. Con todo, hay algunos bares que son buenos (o los haces buenos tú, mejor dicho), una tarde en el parque no está mal, hay dos o tres edificios que podrían pasar por edificios de Ciudad de Mundo, monumentos muy extraños que se pueden justificar como surrealistas...

Y hay buenos amigos. Eso sí. Verdes, blancos, rojos, azules, negros y amarillos. Los hay púrpura, pero en menor proporción. Siempre hay una fiesta en alguna casa, así que vas conociendo la ciudad por fuerza de costumbre. Desplazarse se hace cada vez más difícil porque crece como endemoniada y sólo esparciendo terrenos, sin planeación alguna, pero vale, tampoco puedo quejarme. Pero igual vas a donde te llame una buena fiesta, a couple of pints, una buena colección de discos que escuchar y envidiar, una chica prometedora... Y, al final, eso es la vida, ¿no?

Por eso vivir en la ciudad no es tan malo. ¿Podría ser mejor? Sí. Pero -quiero pensar- todo en el mundo puede mejorar, así que no estamos tan perdidos. ¿O es que me he vuelto un conformista?

viernes, 3 de abril de 2009

2. Viernes por la noche...

Hola. Soy 1966. Soy music fan obsesivo, film freak, lector disciplinado, coleccionista indisciplinado de discos, empleado, trabajador miserable, maestro de música, cantante, cancionero, guitarrista, bajista, futbolista torpe, blogger, fotógrafo ocasional, escritor frustrado, caricaturista mediocre, diseñador competente, editor de fanzines, party animal, DJ de oldies, insomniac compulsivo, buen bailarín, romántico oligofrénico, obsesivo de la puntualidad, hago los mejores sandwiches del mundo y no sé ahorrar.

Tengo muchos discos favoritos. Elepés. Está Odessey and Oracle y Forever Changes y Sell Out e It's Smoke Time y Searching for the Young Soul Rebels y What's Goin' On y Piknik Caleidoscópico y The Songs of Leonard Cohen y Arthur y Smile y Ogdens' Nut Gone Flake y The Sect y Live At The Apollo y Night Beat y En El Club y Up The Bracket y Ole y Kind of Blue y 2 de Tim Hardin y...

...no sólo eso, soy fan del Northern Soul y del 2-Tone y del Mod Revival y del folk rock y de la psicodelia británica y del jazz y de John Lee Hooker y de Slim Harpo y del powerpop y del garaje más salvaje y, ¿ya dije Soul?, y Otis Redding es Dios y Soul On Fire de LaVern Baker es lo mejor del jodido mundo y me da lo mismo que pienses si te digo que Polly and Wendy de The Trend me parece un gran tema fiestero y me gustan los Happy Mondays (y qué, y qué, y qué) y no me gusta el Philly pero Living for the Weekend de los O'Jays es un himno y no sé por qué no hay más gente que escuche a The Minutemen y qué gran tema de los Dantalian's Chariot, isn't that the madman running through the fields... ¡Y no hay mejor llenapistas que You Don't Know Where Your Interest Lies con Dana Valery! Y...

...le voy al Barcelona y al Liverpool y al Guadalajara y al León que nunca subirá a la Primera División y me gusta ver rugby aunque casi nunca lo hago y una vez, de hecho, me rompí un dedo de la mano jugando al rugby y la cerveza oscura es la mejor y también las empanadas y las pastas y odio los frijoles y las lentejas y odio ver carreras de autos y...

...A es de Allen, Woody; B es de Baudelaire, Charles; C es de Chandler, Raymond y de Caicedo, Andrés; D es de Dickens, Charles; E es de Ecos de Sociedad; F es de Fleming, Ian aunque también cabe Fitzgerald, Scott F. y los hermanos French; G es de Gorey, Edward; H es de Hornby, Nick y Hollywood Babylon de K. Anger; I es de Ibargüengoitia, Jorge; J es de Jazz & Blues, Encyclopedia (hice trampa); K es de Kerouac, Jack; L es de La Trampa del Bulevar; M es de Mods! de Richard Barnes y de Murakami; N es de no sé; O es de Orwell, George; P es de Pekar, Harvey; Q es de Quino; R es de Ruano, Marcos; S es de Salinger, J.D. y de Shag; T es de Toole, John Kennedy; U es de Ulysses, unabridged; V es de... la Secta Violeta; W es de Wolfe, Tom y de Wilde, Oscar; X es de Generation X de Hamblett y Deverson; Y es de yeah yeah yeah cualquier libro de rock and roll (Cheater!); Z es de Zimmerman, Robert e hice trampa de nuevo...

...y he visto más de 5 veces: 2001: A Space Oddyssey y en realidad casi todo Kubrick pero ninguna como Dr. Strangelove y todas las de Woody Allen especialmente Stardust Memories; y el Ciudadano Kane y The Italian Job y 24 Hour Party People y This is Spinal Tap y Chaplin en The Gold Rush y los Monty Python y ¡por favor! Withnail and I y Head es la idiotez más divertida de toda la psicodelia ("from the producers that gave you Head") y Ralph Bakshi y su Heavy Traffic y La Planete Sauvage y la Nueva Ola y Jean Seberg y Monica Vitti y Anna Karina y Alphaville es lo mejor que la humanidad ha hecho me importa poco lo que digas y John Cusack sí es Rob en Alta fidelidad y El año pasado en Marienbad y Cuatro veces esa noche y Blowup versus Blow Out y Los 400 Golpes y debo ser un enfermo porque disfruté Manos: The Hands of Fate como un niño (y eso que no he visto la versión del MST3K) y El salario del miedo es el suspenso puro y Hitchcock y el film noir y M y...

...y...

¿Y de qué sirve?

miércoles, 1 de abril de 2009

1. Wednesday Evening Blues.

Perder es una costumbre. La única que, parece, logramos conservar. Al menos, creo, soy un buen perdedor: al lado de la PC, sobre el escritorio, hay un libro de comics de Harvey Pekar, un VHS con Withnail and I grabada y frente a mi, colgando de la pared, un afiche de Manhattan de Woody Allen. Beautiful losers. Y lo que suena...

Top 5 para el día:
1. John Lee Hooker, Wednesday Evening Blues.
2. Terry Manning, Guess Things Happen That Way.
3. Jimmy Ruffin, What Becomes of the Brokenhearted.
4. The Kingstonians, Sufferer.
5. Blind Faith, Can't Find My Way Home.

Nada mal. Si al menos tenemos esa costumbre de perder, hay que hacerlo con estilo. Con música. Creo que mi cabeza no hay más que eso. Música, películas, libros... Sí, sé que no soy muy original y que al leer esto debes estar pensando otro más de esos. Pues sí. Qué le vamos a hacer.

Es el mal de las ciudades. Y yo amo las ciudades. Amo su ruido y su vértigo y he aprendido a vivir con el pánico que me producen las calles; a ver dandies elegantes recargados de los postes en las esquinas, cuando en realidad es un oficinista esperando el camión; a escuchar a la Próxima Cosa Grande en la banda que ensaya a dos casas, en el local desocupado, aunque suenen peor que el motor de un autobús urbano subiendo la carretera a Cerro Gordo en tercera (seguro eso decían los vecinos de los Electric Prunes.) La ciudad es más emocionante que nada, sin sarcasmos ni dobles sentidos. De verdad.

La costumbre de perder, sin embargo, da sabor a lo que no lo tiene tanto. El café de la mañana se vuelve indispensable, por ejemplo. Las cervezas de la noche del jueves en la barra con Don Gato, el bartender, hablando de John Mayall son para desear que se joda el Paraíso. Que se cuele una canción de The Clash en la programación de Radio Recuerdo (o como putas se llame) mientras suena en el transporte ya es un triunfo que, aunque no es propio, se siente como tal - ¡y es que al iPod yo me niego!

Aunque la vida de ciudad precisamente también da al hecho de perder un toque de dramatismo con el que no se puede lidiar a veces: ver perder a tu equipo de fútbol, que no haya The Clash ni por error durante semanas en Radio Recuerdo, perder la subasta online de aquel ansiado disco de último minuto, que la máquina del café se descomponga... ¿De qué escribiría Shakespeare de haber vivido en una ciudad como esta?

Porque esta es una ciudad terrible, con su encanto. Mezquina, ignorante y ciega. Como casi todas las ciudades, creo. El Tercer Mundo con miras al Primero pero sin posibilidad de alcanzarlo. O algo así. De esas cosas no hablo. Sólo sé que acá para comprar discos de vinilo hay que escarbar en bazares o pedirlos overseas; que no hay producción fílmica, y si la hay es espantosa; que hay dos canales de televisión y si alguien de verdad los ve es por oligofrenia o aburrimiento extremo (uno sale de fronteras a veces, en esta vida de ciudad, si no, believe me, no estaría escribiendo acá); si hay más de cinco personas en esta ciudad que han visto Withnail and I (ya no digamos recitar líneas de la película) que me jodan. Esos cinco, de todas maneras, son mis amigos; no podría ser de otro modo. La otra vez, en una proyección de This is Spinal Tap había 15 personas, sin contarme. Nadie reía. ¡Nadie ni siquiera entendía un chiste! Un sujeto en primera fila incluso portaba una playera de AC/DC y sólo sorbía de su Cocacola, sin inmutarse. ¿Malentiendo yo las cosas o las entiendo demasiado bien como para saber que eso no sólo no es normal sino es preocupante? ¿O es que he cruzado otra frontera?

Como sea, adoro esta ciudad, pero me frustra. Y todo a la vez. Como la canción de Charles Aznavour que gustaba a mi abuela, tu m'exasperes tu m'tiranisses pero al final ama a la chica como a nadie. Así es el mundo. "El mundo de hoy", diría mi abuela. Yo creo que el de siempre. Pero ahora las cosas se hablan y la información fluye y nos confunde más. Y no hemos aprendido a ajustarnos a los tiempos, creo. El tiempo está en el XXI pero nosotros seguimos en el XIX. Y sin ganas de salir. ¿O acaso han sido tantos miles de años de Evolución para poder llegar a hacer esa mierda que suena en la radio? ¿Verdad que no?

Como sea, mañana es jueves y hay que levantarse. Porque acabo de ganar una subasta en línea y hay que trabajar para pagarla. Para ganar, aunque sean estas pequeñas grandes victorias, hay que perder mucho. Lo malo es que se vuelve costumbre perder...