lunes, 13 de abril de 2009

4. Steiner y Marcello.

Hay una escena en La dolce vita que me fascina y me deprime a la vez. Marcello llega a la casa de Steiner. Hay una reunión, una fiesta. Hay gente tirada en los suelos, una cantante, un hombre que exhalta las virtudes de la mujer oriental contra la frialdad de la occidental, caras con gestos irreales y una grabadora de sonidos, de carrete. Las mujeres, los hombres... los niños en piyama. Esos niños. Se ven tan felices y cuando miras la película por primera vez ni te esperas lo que les va a suceder...

Marcello sabe que quiere una casa así y una vida así. Marcello está más confuso que nunca. Pero no lo sabe. Marcello habla con Steiner, a quien ha visto otras tres o cuatro veces, nada más. Steiner le ve y le basta para saber muchas cosas. Steiner le dice:
"No seas como yo. La salvación no se encuentra entre cuatro paredes. Soy muy
serio para ser un diletante y muy amateur para ser un profesional. Incluso la
vida más miserable es mejor que una existencia protegida en una sociedad
organizada donde todo es calculado y perfecto."
Y la fiesta sigue. Con esas ropas, esas mujeres, esos lugares. Sigue la dulce vida de las calles de plata, de las cámaras, de las sórdidas mansiones y las cacerías de fantasmas, los titiriteros desquiciados del mundo. Esas situaciones en las que uno nunca estará. Y el deseo... El deseo de lo que no se tiene y nunca se tendrá. Pero posiblemente Steiner tenga razón. ¿La seguía teniendo cuando cometió la atrocidad que da un vuelco horrible a la película (¿el título más irónico de todo el cine?) y a la vida de Marcello? El tedio del que tiene sin buscar. The spleen.

El hambre del que busca sin tener. The blues.

1 comentario:

  1. Me parece triste que, apenas se alcanza lo que se quiere, el deseo se haga a un lado para dar paso al disfrute.

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