sábado, 23 de mayo de 2009

10. Another Saturday Night...

...and I ain't got nobody.

Debo confesar algo. Soy de esos que han hecho su propio bootleg de SMiLE, el disco "perdido" de Brian Wilson. Puede que no signifique nada para algunos, pero para el buen entendedor, es un síntoma elocuente de... no sé, de lo que sea que tengo yo. Les cuento.

Brian Wilson, ese regordete genio californiano, para muchos destructor del surf, barroco hacedor de pop, compositor implacable y creador de las armonías vocales más distintivas de la América sixties, tomó demasiado LSD y en 1967 su cerebro quedó frito. Loco. Mal. Peor. Y nunca pudo terminar su obra maestra, su suite de los cuatro elementos, el disco que iba a superar a Pet Sounds y a todo álbum de la época y de la historia: SMiLE. De entre todos los títulos posibles, SMiLE. Algunas canciones del disco comenzaron a aparecer en discos subsecuentes de sus Beach Boys (sin él) y algunos discos piratas comenzaron a surgir de la nada, con grabaciones de estudio de las sesiones. ¿Voy bien?

Bueno. Hay trainspotters, coleccionistas de estampillas, de mariposas, de billetes. Y a mi me dio, hace unos años, por coleccionar SMiLE. Loco. Enfermo. Do You Like Worms? y Wind Chimes y Heroes and Villains en varias versiones y Surf's Up que es y será siempre mi favorita y Good Vibrations con variaciones en la letra y Cabinessence y Vega-Tables y Child is the Father of the Man y Wonderful (one-won-wonderful) y You Are My Sunshine y She's Goin' Bald que luego salió en Smiley Smile y...

Lo particular es que todo ese mundo tenía sentido. Quien coleccione cosas debe saberlo. Como ese sujeto que colecciona bottle-caps, corcholatas de todo el mundo. Puedes decir que es una pérdida de tiempo, de dinero. Pero, hey, lo vale. Yo lo sé.

Hoy, Another Saturday Night, estoy, de nuevo, sólo en casa con Sam Cooke. Es buena compañía. Sam Cooke sonando en el tocadiscos, girando a 33 1/3 revoluciones por minuto. Sin mejor cosa que hacer que ponerme a revolver en mi colección para armar una playlist que dure hasta la mañana. Tengo una botella de vino, un ventilador, una microwave dinner y mis discos. Y buscando, encontré. Encontré tres cintas, todas etiquetadas con la palabra SMiLE, todas con distintas versiones de lo que pudo haber sido SMiLE. Un disco perdido encontrado a mi manera, arbitrario, adaptado por mi para tener sentido. Un pasatiempo, tal vez, que olvidé por algunos años y que hoy, Another Saturday Night, recupero.

SMiLE, en versión oficial, fue lanzado en 2004. El fin, de cierto modo, de las especulaciones, los bootlegs, las controversias. Brian Wilson y su hijo pródigo. Y, claro, tengo el disco. Lo sé de memoria. ¿Y mis bootlegs, mis propias versiones? Desde entonces, empolvándose. No más.

Estas cintas son algo más. Son un momento autobiográfico. Una instamatic de esos momentos, el recuerdo de la casa llena de cajas de aquella chica a la que yo quería, de veranos bastante felices, de descubrimiento, de los primeros catálogos de discos. La época en que las cosas aún podían ser impresionantes y teníamos permiso de asombrarnos. ¿Verdad que aunque no estabas al tanto de SMiLE en realidad tiene sentido? Sí, lo admito, es algo demasiado anorak, no-normal. Pero tiene sentido.

Es como lo que decía John Cusack discutiendo Alta fidelidad. Hay momentos en que las canciones hacen que el dolor tenga una trascendencia. Supongo que tiene razón.

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