Como la canción de The Sussed.
Hay regalos buenos y los hay significativos, supongo. Un buen regalo es un lujo, como una primera edición francesa de Serge Gainsbourg o un box-set de la Velvet Underground. Un regalo significativo es más como que alguien ponga, en mi honor, a sonar a Doris Troy con su Just One Look, porque quien lo haga me conoce y sabe que es de las canciones de mi vida, que la escuché por primera vez a los seis o siete años, se quedó en mi cabeza hasta que tuve edad para que las canciones importaran y cada que la escucho me mareo como lo haría con un whisky triple de un solo trago. Un buen mareo. You got the idea.
Vito es un compañero de batallas que ya no vive en la ciudad. Un mod de la vieja escuela, purista y obsesivo, con acento extranjero (porque, además, es extranjero) y con buenos puños y pies, los primeros para pelear, los segundos para bailar soul. Vito y su Soul System. Vito y su aversión a las computadoras. Por eso es que ya casi no sé de él, porque ahora todo el mundo se contacta por Internet. Él no. La llamada ocasional, la carta estrictamente a mano, lo cual, después de todo, es una costumbre inmejorable.
Otro buen hábito, ya que se fue de la ciudad, fue seguir en contacto mediante buenos regalos. Buenos. Él me envía un single de Ray Charles, yo a él uno de los Del-Shapiros. Y así, ya saben.
Vito solía montar una Vespa azul impecable, que rugía de vieja y de elegante. Era única en la ciudad. Y, claro, solía despertar la envidia de todo el mundo. Ya saben, un mod. No tengo que explicarles mucho.
Siempre discutíamos sobre el valor de la nueva música y sobre el eterno tema de avanzar, aprender, qué es lo modernista y cómo ser modernista. Como sea, las discusiones en realidad eran un pretexto para emborracharnos con clase y sin medida: Solomon Burke, el Casino de Wigan, Tiles, la negritud, George Best, Maxine Brown, Thelonious Monk, La Calle, revival o no revival, Zoot Money y la Big Roll Band, la anglofilia, su infancia en un clima político insoportable y cómo La Vida Total le había salvado la vida, así con mayúscula y minúscula para distinguir.
Y un día se fue. No se despidió, muy a su estilo. Supe su paradero por el primer disco que me envió, uno de Cooper, el Días de cine con David Bailey y Catherine Deneuve en la portada, con una nota: "Te mando este porque sé que te gusta, chaval, pero no abandones El Ritmo." Yo le envié un single de Mike Laure que me encontré de segunda mano, con una nota: "Esto sí que es Ritmo." Y así, ya saben, el humor de los melómanos, strange, indeed. Las cartas en adelante, comenzaron a llegar con direcciones de distintas partes del mundo y, claro, los discos que las acompañaban eran ediciones de distintos países. Vito, el trotamundos.
Un día, dos o tres años después, llegó el cartero a mi casa con un paquete bastante grande. Remitente: el fanfarrón más grande de todos que me había enviado, en apariencia, un buen regalo. Hasta en eso tenías que ir un paso adelante, cabrón. Adentro del paquete, sin embargo, había también uno significativo.
Carajo si lo iba a ser. ¡Era una jodida parka! ¡La parka de Vito, llena de parches y de historias! Llena de manchas de cerveza, con un olor a calle. Y la nota: "Cuídala, es tuya. Tiene mil batallas, así que es tu uniforme de guerra." ¡Me estaba regalando uno de sus objetos más importantes! ¿Estaba volviéndose loco? ¿Se retiraba? ¿Tenía una enfermedad terminal? Tiempo después, en otra carta, me dijo que "se le había ocurrido." Vito, al fin.
La verdad es que nunca me encantaron las parkas. Coincido con Kiko Amat cuando habla sobre lo feo de la legión verde de parkas en el revival mod de los 70 en contraste con la verdadera elegencia, sobre como se convirtió en una prenda fetiche sinsentido que no sólo no se ve muy bien, sino que antes tenía el fin práctico solamente de no ensuciar los trajes de los dandies citadinos cuando montaban sus Vespas y sus Lambrettas. Pero... ¡qué más da! I've got me parka, que antes vio no sé cuántas cosas, que asistió a los mejores conciertos, a las mejores allnighters. Algo así vale. Es una herencia de sangre, de soul. Por eso he decidido que la historia de esta parka debe continuar.
Comencemos esta noche. Nos vamos de fiesta.
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