viernes, 19 de junio de 2009

13. Wan Light.

Is this what life is all about?

Entrar a un sitio y que esté sonando la música correcta -you know- sucede muy poco. Casi nunca. Sí, acúsenme. Yo me acuso. Soy un jodido snob, nunca estaré satisfecho y las únicas fiestas en las que la música me gusta siempre es en aquellas en las que yo estoy girando los discos en la tornamesa. Lo siento. No puedo evitarlo.

O sí. Sí puedo evitarlo, pero no quiero. Como sea. No importa.

La otra vez fui a una fiesta con los skinheads (yo no los llevo a los bolos, ¿entiendes? ¿ves a qué me refiero?) y la música era impecable. Pero comenzó a sonar, ya cuando todos estaban muy ebrios y poniéndose violentos, un reggae tan denso que creí que iban a crecerles rastas. Y me puse mal y tuve que salir a tomar aire.

Otra vez en un bar comenzó a sonar Pulp. Muy bien, recuerdos de adolescencia, nada mal. Luego, los Bunnymen. Nada mal. Era Lips Like Sugar, igual que con Pulp era Babies, pero vale. No pasa todos los días. No acá, lo juro. Después, los Buzzcocks. Ever Fallen In Love, por supuesto, pero no puedo quejarme. Era un bar, al que había entrado sólo porque quería unas cervezas, no precisamente porque lo conociera. Comenzaba a sentirme como en casa cuando sonó Two Princes. Sí, los Spin Doctors. Piensa lo que quieras, tuve que pagar y salir. Porque, además, lo que seguía era Song 2 de Blur. No pienses mal, me encanta Blur. Pero... ¿whoo-hoo? ¡Por favor!

Ya te das una idea.

Sé lo que dirás. Que cuando yo estoy girando los discos también hay gente que se siente así. Sí, seguramente. ¡Pero yo nunca pongo Two Princes! Y mi Stevie Wonder ya ni siquiera incluye Innervisions. Cuestión de personalidad. O de principios.

Pero el fin de semana pasado fue otra la historia. No sé. Bebí demasiado whisky (la mitad de las copas fueron cortesía de la casa, ya que mi amiga J trabaja de mesera allí) y, de verdad, todo estuvo en su lugar. Y, por tercera vez en toda mi vida, me vi en la cabina del pinchadiscos, felicitándole, pidiéndole una mix-tape y su correo electrónico. Así.

Comenzó con un poco de jazz. Blue-Note. Suave (se pronuncia suáf.) Luego, mucho soul. Deep Soul, Northern Soul, Southern Soul, Motown, Stax, Deram, sellos raros, subsellos, soul joto, Philly, Latin Soul, Rare Soul, R&B, Disco (good Disco, man!), reggae machacón, ska, Two-Tone, ¡new wave!... y todo tenía sentido. Y todo temblaba por los tragos y por las decenas de pies saltando sobre la misma duela. Escuché tantas cosas nuevas y tantas cosas conocidas que canté con el fervor de una devota en el templo... Y entonces comenzó a sonar Orange Juice. De verdad. Y tenía sentido, todo tenía sentido. ¿Es pecado juntar música blanca y negra? Oye, a veces es pecado dividir la música en blanca y negra. Mientras tenga alma... ¿O ya digo cosas que no quiero decir?

Ahí estaba yo, cantando, brincando, girando. Wan light is around my heart! Y caí. Caí, de caer, no hablo en figuras, caí de verdad. Sobre la duela, con los oídos zumbando, el corazón saliéndose y los músculos muertos. Life bega-a-a-a-an when I met you! Golpe en el suelo.

Desperté con los oídos destrozados, el estómago tan deshecho como una guitarra en manos de Pete Townshend y con la peor resaca de mi vida. Pero con una gran sonrisa y una recopilación de floorfillers en CD-R. A veces pasa. Y a veces lo vale.

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